jueves, 16 de marzo de 2023


 



 40 y después......

Me conoces profundamente, dices

Curioso….

Cuando apareces rescatado de una caja de galletas

Como marea que arrasa mis ángeles protectores

Apareces de mar, bello y tormentoso

Traes suspiros olvidados, besos truncos

 

He cambiado y no lo sabes

Adopté una piel como sayo

Tejí fortalezas de olas en tu ausencia

Cuidé mi sombra sin esperas

No busqué espejos para el alma

Pero si reflejos de madrugadas

  

40 años, 40 días, 40 horas

Apareces y me desarmas

Escudriño mariposas en callejuelas

Cae el sayo y me reconozco en tus manos

Encuentro mi sonido, mi olor y mi sombra

 

¿dónde irán mis horas si retrocedes?

¿cómo guardar tu voz, tu risa, tu piel?

Ya no hay caja de galletas, ni fortalezas

Sólo la desnudez de mi alma en la arena

Por 40 años, 40 días, 40 horas

 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

VIDA




Rehago mis pasos grabados en alas de mariposas

Ofrezco las cuentas de mi rosario silencioso

Mi contenido bullente en catedrales de barro

la marea violeta lleva oros por calles angostas

recojo bastos desde arcones rojos

horas fugaces y gráciles que juegan con mi falda

Alfa y última morada del reflejo del alma.



jueves, 8 de enero de 2015

REGALO

Hoy te regalo mis palabras grabadas en alas de mariposas

Te ofrezco mis silencios bullentes en catedrales de risas

Toma mis suspiros escondidos en pétalos de pequeñas rosas

Te doy mi estrenada mi ilusión, antes  hecha trizas

Te entrego mis segundos y mi sangre que fluye al verte

Te doy mi mirada y deseo de tenerte

Pero, no me pidas mis horas ni mis lágrimas pasadas

Es un espejo en el cual ya no quiero verme


miércoles, 12 de noviembre de 2014

BASTA





Basta el roce de tus manos
Para llenar de luz los recodos de mi alma
Basta tu mirada
Para rescatar horas perdidas en nubes  lejanas
Basta tu boca
Para abrir mi piel a la tuya
Basta que me nombres

Para volver al lugar en que me amas

domingo, 22 de septiembre de 2013

Rescate


Cuando los pasos son huellas y luego caminos
Invoco nombres desde una caja de galletas
Caen  huesos negros desde el cielo
Cuando el sonido no es más que un susurro
Rescato la vida desde un entierro de sueños

domingo, 4 de agosto de 2013

Historia de un Abuelo



Estaba cansado de esa vida monótona y rutinaria. Desde adolescente había trabajado en la imprenta que había montado su padre, tras llegar desde Alemania. Aun cuando bordeaba los 25 años y ya no era un jovencito, era el menor y por ello, siempre le tocarían las tareas más aburridas del negocio familiar.

Cierta tarde, apoyado en la puerta de la Imprenta fumaba el primer cigarro del día, vio que en la esquina contraria se estaba armando una carpa. Se acercó curioso para saber de qué se trataba. Entró y en ese instante, sus ojos se encontraron con aquellos ojos negros que lo amarraron para siempre.  Un par de frases sueltas le bastaron para saber que había encontrado su lugar en el mundo. Era lo que buscaba, música, canto, baile, risas y ……ella.
No se demoró mucho en abandonar la casa de sus padres y el negocio familiar, tomar su guitarra y sumarse a la fiesta prometida por aquella carpa de la esquina.
Al principio la fiesta cumplía sus expectativas, viajó de pueblo en pueblo, cantando las canciones que había aprendido de los operarios de la imprenta, repertorio que luego amplió con aquellas que fue conociendo en sus viajes con el grupo y con las que creó entre trasnochadas, su cigarrillo y su vaso de vino tinto. Pasaron varios años en esa vida nómade, afianzando experiencias, amistades y ciertamente, su amor por Aidé, la mujer de ojos negros. También pasaron frio y hambre, cuando el invierno amenazaba la concurrencia a la carpa. Pero, eran felices, tanto que jamás volvió a su Concepción natal.
Su amor por Aidé era inmenso y sería eterno. Y lo fue hasta el año 1936, cuando nació su hijo y murió su amor, en el mismo acto, como una coincidencia trágica. Después de eso nada fue igual, ni el canto, ni la guitarra ni su hijo le devolvieron las ganas de vivir.
Durante los siguientes 4 años, sus días transcurrían tristes, con una guitarra llorosa, el humo de un cigarro y con el vaso de vino cada vez más pegado a su mano. Los dolores al estómago eran el síntoma más fuerte del cáncer, que no eran más que la muestra de su decisión de entregarse a las nubes de la muerte.
Los avances de su pequeño hijo no eran suficientes para justificar el abrir los ojos cada mañana. En Buin, una noche cualquiera, su cuerpo no pudo o no quiso seguir y se fue tras los pasos de Aidé.

jueves, 4 de julio de 2013

AYER


Recorro de punta a punta mis suspiroscuento una a una mis sonrisasno son tantas como fueronpero son suaves como brisas