martes, 21 de febrero de 2012

MUJERES POTENTES I







He escrito bien poco en los meses pasados. Creo que la poesía me ha abandonado, pero no el interés de seguir escribiendo, ni los temas que quiero dejar escritos en alguna parte, sólo para que no se pierdan en mi memoria.




Últimamente he estado un poco nostálgica, por razones que no vienen al caso explicar por ahora. Pero salir de ese estado de ánimo ha requerido más que el Lexapro y el Adax. Ha sido una vuelta a reconocer en mis genes a las mujeres fuertes de las cuales vengo, capaces de levantarse y enfrentar más de alguna crítica social, familiar, filial, entre otras. He sido capaz de agradecer las vivencias hermosas y las duras de los últimos años, porque ellas me han permitido saber lo poderosa que puedo ser, haciéndome cargo de mi misma y de mi dolor y sonreirle a mis hijos todos los días.




En mi búsqueda de fuerza interna, he ido encontrando mujeres potentes en mi propia familia. Para iniciar estos escritos partíría por mi bisabuela Amelia, quien se casó con su primo hermano. No tengo claro si fue un matrimonio arreglado o surgido del amor, pero evidentemente no suena al óptimo.




Tengo la sensación que mi bisabuela sale del molde de la fortaleza, ya que enviudó muy joven y con miles de hijos, como era usual en aquellos primeros años del siglo XX. Por la historia familiar transmitida oralmente, he sabido que no fue capaz de hacerse cargo de su prole, tarea que delegó en su hija mayor, mi abuela. Contrariamente a lo que se podría haber esperado, ella sólo no se hizo cargo y ya. No pudo y murió un poco con él.


No me atrevo a juzgar cómo enfrentó esa viudez temprana, porque no tengo los argumentos para hacerlo.


Probablemente, la muerte de tu pareja debe ser algo horrible, ya que junto a él, muere también un proyecto de vida y de muerte. Algo de eso he vivido, la muerte de más de un proyecto de vida y, por lo mismo, no me atrevo a opinar.